Adiós, escuelas-castillo. Bienvenidos, palacios públicos

El segundo taller de «Calles deliciosas», dedicado a las grandes posibilidades de las escuelas como elementos dinamizadores de la ciudad y espacios para mejorar la calidad pedagógica


Escuelas castillo o palacios públicos. Fue el dilema que presentó Marta Román, de Gea21, en el taller Calles Deliciosas, sobre los entornos escolares y su relación con la movilidad urbana. Una sesión que sirvió para evidenciar el cambio de concepto de los centros educativos, que piden a gritos su integración en el resto de la comunidad a la que sirven. Para ello tienen que superar su gran hándicap: la falta de coordinación administrativa, que los aísla todavía más.

Un interesante resumen de la sesión fue compartido por todos los participantes: “ojalá este tipo de locuras desparezcan cuanto antes, será una señal inequívoca de que los colegios se transformaron en lugares más interesantes para toda la sociedad, que han dejado atrás por fin su aspecto de gheto defensivo, y que la ciudad dejó de ser una amenaza para las personas”. Y otra dimensión: “la autonomía infantil es un acto de amor a nuestros hijos, no de negligencia” —dijo alguien hablando de la hiperprotección infantil ejercida por los progenitores. Sin duda, es uno de los cambios más necesarios.

Melilla y Zaragoza, experiencias interesantes

En la conferencia virtual participaron también Juan José Reyes de la Peña, coordinador de Protección Civil de Melilla y Tamara Marzo Rins, técnica de educación ambiental de Zaragoza, ambas ciudades miembros de la Red de Ciudades que Caminan. Las charlas han sido coordinadas por la directora técnica de la entidad, Ana Montalbán, que ha hecho referencia a la reciente campaña “Al cole andando” desplegada por CqC.

Las escuelas pueden ser el germen de la nueva ciudad

La jornada formativa y divulgativa, en la que han participado hasta unas 130 personas, ha servido para constatar una idea que siempre sobrevuela la temática de los entornos escolares: que la transformación de las ciudades puede empezar por las escuelas, a través de sus experiencias con el alumnado para que vaya caminando al colegio.

Sobreprotección y autonomía

El poder de la población infantil reside en que la comunidad la sobreprotege, pero en ello reside una paradoja: la infancia también tiene que aprender a valorar los riesgos. Dilema común a las experiencias expuestas de Melilla y Zaragoza. Lo importante es conseguir que los entornos físicos vayan haciéndose más amables, y las madres y padres consigan una mayor confianza en la ciudad para permitir una autonomía infantil cada vez mayor.

¿Escuelas castillo o palacios públicos?

La geógrafa Marta Román abordó el tema planteando un dilema muy persuasivo: “Optamos por escuelas-castillo o por palacios públicos”, una frase que resume la realidad y el deseo en torno a los centros escolares, a los que concedió un importante potencial de cara a ciudades más sociales, en las que sea posible una mayor interrelación entre las personas.

Muro, foso y patio de armas

Apoyada en una extraordinaria iconografía realizada con cartones recortados, definió las escuelas castillo, claramente identificadas con la mayoría de las actuales. “Tienen muro, foso y patio de armas” Un muro que además de “defender a los niños de la ciudad, defienden a la ciudad de los niños, pues ambas realidades viven mejor sin contacto; hay una desconexión total”.

Cocodrilos metálicos

Otro elemento del castillo es el foso, que en la ciudad actual está representado por las calles llenas de coches, que hacen de barrera entre el entorno urbano y el cole: “Las autoridades incluso tienen que utilizar la policía, para que los niños y niñas no caigan al foso”. Y lo que es peor, las sensaciones de peligro que se crean en torno a la escuela, y que se traduce en que “lo peligroso son los niños, nunca los cocodrilos”.

Patios para vigilar

Profundizando en la metáfora, Román llegó a otro lugar dentro de la escuela-castillo: el patio de armas, espacios diáfanos próximos al edificio central que permiten una vigilancia total, pensados para evitar riesgos (no sólo de las criaturas, sino también de las denuncias de madres o padres). Espacios que no permiten la vida autónoma de los niños. Un patio además profundamente machista, pues muchas veces su parte central está ocupada por un campo de fútbol, quedando las niñas “arrinconadas” en los márgenes. Además, los recintos suelen tener un espacio reservado para los coches de los empleados.

Normas carcelarias

Los coles-castillo están pensados para que papis o mamis lleven a sus hijos y los depositen allí, en medio de un espacio de control, cerrado, a salvo del ruido y de los peligros del tráfico a motor. Las normas que rigen el sistema escolar son las grandes aliadas de las escuelas-castillo, pues comparten estos conceptos carcelarios, ciegos con sus entornos y aislados en relación a las dinámicas humanas de los barrios que ocupan.

Domesticar cocodrilos

Las escuelas convertidas en palacios públicos son la alternativa a los férreos castillos medievales. Lo primero es domesticar a los cocodrilos-coches: “con un par de vallas, comienza una revolución”. Cortar el tráfico, al menos en los horarios escolares es una buena receta, pero no la única: “hacer cumplir las normas en relación a la doble fila o el aparcamiento en aceras, o ampliar el espacio peatonal del entorno escolar, aunque sea con pintura provisional, hasta que puedan hacerse obras”.

Salón de estar

Un gran “salón de bienvenida” debe ser lo que exista ante un palacio público; con un lenguaje urbano propicio para usos estanciales, lleno de naturaleza, de vegetación, de espacios jugables abiertos a toda la comunidad.

Jardín interior

Entrando al recinto, lo que era un patio de armas, debe ser un jardín interior: “Un patio que pueda utilizarse como recurso educativo, donde se pueda desarrollar un juego libre y no sexista, y pueda llegarse a ello de una forma participativa, con toda la comunidad participando en esa transformación.

Abrir la escuela al barrio

Además, Román propone que la escuela se abra al barrio, que no sea únicamente un equipamiento con finalidad educativa, sino también social, fuera del horario escolar: “El colegio puede ser un recurso para todos, no sólo para la educación, lo que implicaría un esfuerzo de coordinación entre administraciones y ensayar nuevos vínculos entre la comunidad educativa y la ciudad”.

Ciudad del cuarto de hora

En este sentido, citó como ejemplo la “ciudad de los 15 minutos”, la denominación que crea tendencia en el mundo desde hace unos años, a raíz de la propuesta parisina, impulsada por el profesor Carlos Moreno, que propone que los colegios sean las auténticas “capitales del barrio” por su actividad cultural y social, además de la educativa.

10 propuestas

Para conseguir entornos escolares seguros y saludables, Román recordó las 10 propuestas de la Proposición No de Ley que varias entidades promueven sobre el tema: sustituir los aparcamientos del recinto escolar por áreas de juego, hacer parkings de bicis, revegetar los patios escolares, limitar el aparcamiento y el tráfico motorizado, hacer cumplir la normativa vial, crear corredores de acceso libres de coches, integrar en el urbanismo medidas para fomentar entornos escolares seguros y saludables, incorporar en los planes de movilidad medidas de limitación y pacificación del tráfico cerca de las escuelas, promover las ciudades 30 y priorizar la proximidad como criterio básico del área escolar.

La experiencia de Melilla

Melilla es un claro ejemplo de cómo los llamados “caminos escolares” fueron mejorando las infraestructuras de caminabilidad en torno a los colegios. Juan José Reyes explicó su experiencia en los colegios Hipódromo y Enrique Soler, que en la actualidad se extiende a otros centros educativos, un proceso en el que participaron la DGT y las instituciones de la Ciudad Autónoma.

Escolares partícipes de los cambios

El resultado está siendo la creación de itinerarios peatonales más seguros, con medidas de calmado del tráfico, elevación de pasos peatonales, incremento de la superficie de las aceras o creación de un mayor número de espacios estanciales en las calles. Todo ello además de fomentar la participación de toda la comunidad escolar en la gestión de este proceso que implica a muchas personas y que tiene un gran poder transformador. Y algo también muy importante: aumentar la autoestima de la población escolar, que se sienten partícipes de esos cambios.

El Stars de Zaragoza

En cuanto a Zaragoza, Tamara Marzo expuso su experiencia con el proyecto europeo Stars, realizado en colaboración entre Ayuntamiento, Gobierno de Aragón y DGT y que se aplica en más de 20 centros educativos de la ciudad. Habló del trabajo en el CEIP Julio Verne, un centro nuevo ubicado muy cerca de las autopistas de circunvalación de la ciudad, en el barrio de Miralbueno. Gracias al papel activo de la comunidad escolar con el municipio, lograron cambios importantes en la amabilidad urbana de un entorno bastante difícil.

Expectativas superadas

La experiencia participativa se inició con una encuesta de movilidad, cuyos resultados sirvieron para reclamar medidas favorecedoras de la caminabilidad a la Junta de Distrito, que se mostró receptiva. Tras esas mejoras, iniciaron el proceso de persuasión de las familias para que permitieran ir a los peques caminando, estableciendo un sistema de fases con distintos niveles de protección: “de las 4 fases, se saltaron dos, y en pocas semanas, los chavales ya iban solos sin problema”. Un sistema en el que no faltaba ni siquiera la colaboración de los comercios del barrio, donde los chavales podían acercarse por cualquier contratiempo”.

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