Mateus Porto y la ciudad “digna de ser amada”

El arquitecto brasileño nos anima en la Facultade Ágora a utliizar nuestra “inteligencia creativa” para “aplazar el fin del mundo”


“Para un indígena, la selva es su supervivencia, para nosotros, urbanitas, la supervivencia es el espacio público”. Con frases como esta adornó Mateus Porto su intervención en la Facultade Ágora, que inició felicitándose porque le hayan propuesto hablar de “Espacio público amable”, ya que considera importante la batalla que se libra en el campo semántico a la hora de abordar el cambio urbano.

Porto, profesor universitario en Madrid nacido en Brasilia, participó en la tercera sesión de la Facultade Ágora, de la Diputación de Pontevedra, junto a la también arquitecta Izaskun Chinchilla, el geógrafo Pau Avellaneda y la ingeniera Andrea Otero.

Aplazar el fin del mundo

“Sabemos qué hay que hacer, pero no sabemos muy bien cómo hacerlo”, afirmó este arquitecto natural de Brasilia pero residente en Madrid, donde es profesor universitario. Y recomendó la lectura de la obra de Ailton Krenak con el significativo título “Ideas para aplazar el fin del mundo”, ya que “atravesamos una crisis sistémica compuesta por muchas crisis a la vez”.

Ante ellas, Krenak dice que ellos, indígenas, no tienen demasiados problemas, o al menos no tantos como el hombre blanco”. Propone que dispongamos de “paracaídas de colores”, o lo que es lo mismo “generar otro tipo de relatos, estimular nuestra inteligencia creativa para buscar salidas interesantes a la actual situación crítica”.

Mantener la esperanza

Otra referencia intelectual fue la de la activista ambiental americana Joanna Lacy, que profundiza en como encontrar fuerzas y energía para mantener activa la esperanza y ser capaz de imaginar otros futuros: “todo lo que podamos hacer ahora será útil para las siguientes generaciones; tenemos que animarnos para superar el escenario distópico del fin del mundo”.

Afecto, amabilidad

Consideró que mientras el espacio público es en el que actualmente se reflejan la mayoría de nuestros problemas, y por lo tanto resulta hostil, el espacio público amable es aquel que es “digno de ser amado”, que es afable, afectuoso, lo contrario de antipático. Por ello tenemos que cambiar el hecho de que sea el lugar “en el que nos contaminamos” para que pase a ser “el lugar donde encontramos ayuda, donde disfrutamos”.

No sólo movernos

Según el profesor Porto, la transformación física de las ciudades fue un proceso rápido, hasta llegar al panorama actual, “pero también fue muy fuerte e intenso el proceso de transformación de las personas en peatones, simplificando el espacio público para convertirlo simplemente en un sistema de circulación”. “No tenemos que buscar tanto soluciones de movilidad como soluciones de personas; el espacio público es un espacio de riqueza cultural, de convivencia, en el que las personas deben jugar un papel fundamental”.

El espacio público, en palabras de Mateus Porto, es pensar en las personas, en sus sentidos, en cómo perciben la ciudad; pensar en su capacidad de percibirlas, en cómo la deseamos, porque las ciudades también se mueven, se desean, luchan por atraernos. En relación con la percepción humana, citó los pies, “incluso los zapatos” que son el tacto de la ciudad, el sonido de la propia ciudad, impedido por el de los coches: “Hay que pensar en el espacio público no sólo en cómo movernos sobre él, sino en como se siente, se toca, se ve o se escucha”.

Cambiar el tablero de juego

“Para conseguir mejores ciudades —sostuvo Porto— es necesario cambiar las leyes, pero también el tablero de juego, en el que el peón —el peatón— tiene que pasar a ser la reina, lugar que ahora ocupa el coche o la moto; tenemos que conseguir otro tablero en el que los movimientos de las distintas piezas sean otros”.

Travesías desde las ventanas

Dedicó atención a las pequeñas entidades de población, normalmente atravesadas por travesías, que hacen imposible una convivencia entre los distintos usos del espacio. Se rerifió en este sentido al reciente trabajo publicado por el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (MITMA), denominado “Plan T” y que apuesta por modificar la perspectiva en el diseño de travesías: “Hay que empezar a diseñarlas desde la ventana de un domicilio y no desde detrás de un parabrisas”.

Espacios de uso compartido en pueblos de Holanda

Hizo referencia a la disrupción que en Holanda llevó a cabo el ingeniero Hans Monderman, al cambiar la perspectiva de diseño de las travesías con prioridad peatonal, creando espacios de uso compartido, ganando libertad de movimientos y generando un clima de mayor responsabilidad mutua al tener que estar pendientes unos medios de otros y unas personas de lo que hacen otras, ganando seguridad para todas.

Citó también los procesos de participación en las transformaciones, trabajando con las personas que utilizan el espacio, para conocer sus intereses, sus perspectivas y todo lo que piden a su calle o plaza. Por último, citó como movimiento esperanzador —como también lo hizo Pau Avellaneda, su compañero de atril— la Revuelta Escolar que nació hace algunos meses en Barcelona y que se extiende por toda España para reivindicar la transformación de los espacios urbanos en los que se ubican los centros escolares.

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