Obstáculos sobre obstáculos

Los puentes antipeatonales, radiografía de un fracaso: pretenden salvar un obstáculo con otro, consiguiendo así dos obstáculos


Los puentes antipersonas son bastante frecuentes en las ciudades. Donde el coche es el rey, todo se pliega para favorecer su velocidad. En muchos puntos del camino, las personas han de realizar un esfuerzo tremendo para que los amos del asfalto puedan circular sin cortapisas sobre el firme de las autopistas urbanas, unas vías rápidas que penetran en muchos centros de las ciudades sin esfuerzo alguno por hacer compatibles los modos motorizados y los naturales, ya que peatones y bicis son obligados a atravesar la gymcana.

Embrutecen el paisaje urbano

Suelen ser vías de trazado recto, que dividen barrios, a veces incluso con cruces a diferente nivel y pensadas para despachar gran cantidad de vehículos en poco tiempo, con sus atascos y todo. Son infraestructuras que han penetrado en la ciudad, embruteciendo sus espacios y secuestrándolos, creando escenarios en los que la vida urbana no es precisamente plácida: contaminación acústica, invasión del espacio público, amenaza permanente de violencia vial… y por supuesto, contaminación aérea, potenciada por la velocidad que adquieren las máquinas.

Caminar el triple

La apuesta por estos pasos aéreos para personas no puede ser más perversa para la gente, que se ve obligada a caminar el triple para salvar la autopista, utilizando rampas, escaleras o en algún caso —en los más recientes— ascensores. Para que el coche haga uso de sus privilegios, envían a los peatones, con la excusa de la seguridad, a invertir mucho más esfuerzo en trasladarse. 

También por debajo

El nivel no importa. Estamos hablando de pasos aéreos, pero también podemos hablar de pasos subterráneos, aunque quizá sean menos frecuentes. En estos casos, a los inconvenientes hay que unir la frecuentemente escasa iluminación y el incremento consecuente de la inseguridad.

Bajísimo nivel de utilización

Las personas que caminan saben muy bien lo que hacen, y a la hora de elegir su itinerario o su modo de moverse, tratan de esquivarlos, si tienen opción. Muchas personas desisten de ejercer su libertad de movimiento a causa de los inconvenientes que producen este tipo de estorbos urbanos. La inseguridad de los entornos en que se ubica, generalmente agresivos o descuidados, su evidente incomodidad multiplicando el tiempo del traslado, son las causas de una escasísima utilización. Datos que deberían hacer pensar dos veces a las autoridades su idoneidad como infraestructura.

Diseñar pensando más en caminar

La solución a los puentes antipersonas suelen estar en el cambio de óptica: en vez de diseñar para el coche, hacerlo para el peatón. Calmar el tráfico en los ámbitos urbanos es imprescindible para ganar calidad de vida, y trazar por el interior de las ciudades autopistas como si fuesen espacios no urbanos es una receta desfasada, pues los vecinos y vecinas de estos viarios tienen tanto derecho a una vida digna como los que viven en calles más tranquilas.

El peatón, a nivel de calle

De todos los actores que comparten el espacio público, los primeros en llegar hemos sido las personas, por tanto el nivel de calle nos pertenece. Es necesario eliminar los pasos antipeatones, obligando fehacientemente a que los coches paren para que pase la gente que camina. Nada mejor para ello que ubicar en la calzada pasos de peatones sobreelevados, que obliguen a los coches a parar y a faciliten el paso de la gente.

Frecuentes también en Europa

En las ciudades mexicanas, los amigos de Liga Peatonal tienen una batalla permanente contra estos pasos, muy frecuentes a lo largo de la gran megápolis. En las ciudades europeas son más frecuentes en las áreas periurbanas, por donde transcurren circunvalaciones o accesos rápidos a las zonas centrales. Pues no. La ciudad es para vivir, no para circular como centellas. 

Los coches, con calma

Nadie debe pagar con su tranquilidad el precio que el coche exige para llegar tan veloz como pueda. El coche quizá deba quedarse fuera de la ciudad, o llegar despacito a su lugar de aparcamiento, por supuesto fuera del espacio público y donde no moleste a la mayoría de las personas. Llegar al centro de las ciudades, en caso de que sea necesario, también puede hacerse respetando la prioridad peatonal del espacio urbano.

Las gráficas de este répor se utilizan en México para denunciar el exceso de puentes antipeatonales.

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