Pontevedra recomienda miradas globales y no parciales para cambiar las ciudades

César Mosquera alerta sobre el riesgo de adoptar medidas parciales que puedan desequilibrar el conjunto de acciones que deben tomarse para mejorar la calidad de vida de las personas


La visión global de sí misma que debe tener una ciudad en transformación fue el tema elegido por el vicepresidente de la Diputación de Pontevedra, César Mosquera, en el acto inaugural de la Facultad Ágora. Más allá de lo puramente protocolario, eligió una intervención con un interesante fondo argumental relacionado con el contenido de los estudios de esta iniciativa, advirtiendo de que las “soluciones parciales” pueden llegar a ser un problema que desequilibre el delicado ecosistema urbano.

Mosquera participó activamente, desde 1999, en el desarrollo del modelo urbano pontevedrés, que se toma como ejemplo de sostenibilidad y que responde a esa óptica holística, global, de la que habló. Un concepto que recorre todas las cuestiones importantes para determinar la calidad del espacio público: seguridad vial, contaminación, espacio disponible, actividad económica de proximidad, infancia, accesibilidad…

“Cuando empezamos la reforma urbana sólo teníamos claro un objetivo: que la gente tenía que vivir mejor aquí. No había más. Por supuesto, conocíamos muchas de las teorías que existían en todo el mundo sobre cómo hacer ciudades mejores, y estudiamos múltiples experiencias, tanto para servirnos de inspiración, como para aprender lo que no debíamos hacer; sin ese aprendizaje continuo, nada hubiese sido posible”.

Reconoció que la movilidad no era en principio un problema que se hubiesen planteado resolver, si bien “debido a su importancia en la funcionalidad urbana, hubo que integrar la reorganización de la movilidad, si bien en principio no era el objetivo central, que seguía siendo conseguir que todas y todos viviésemos mejor en nuestra ciudad”.

“Cuando empezaron a llamarnos de otros lugares y vimos que lo que estábamos haciendo causaba admiración, comprendimos rápidamente lo que ocurría: era un claro síntoma del malestar urbano que existe en todo el mundo”, dijo en relación a la expectación que el modelo Pontevedra causa en muchas ciudades.

La velocidad, incompatible con la ciudad

Habló también Mosquera de lo que denominó “constantes presiones para desviarnos del fin fundamental, que recordamos siempre, era que todas y todos viviésemos mejor aquí”. Se refería a las frecuentes iniciativas que surgen desde algunos ámbitos que pretenden poner su interés particular por encima del interés global de la ciudad. Puso como ejemplo la velocidad del transporte público. “El bus no puede correr a 60 por una calle, las calles no son para correr, ni el bus, ni ningún otro medio. La velocidad es incompatible con la ciudad”.

Habló de otras situaciones como la tasa de congestión, a la que calificó de “auténtico fenómeno antiurbano”, o las ZBE tal como están concebidas en la actualidad “pensadas únicamente para fomentar el uso de los coches eco”. Sostiene Mosquera que puede resultar un concepto incluso contrario a lo que se persigue, y puede perjudicar al medio urbano, pues cada vez habrá más vehículos eléctricos que seguirán colapsando las ciudades.

Volviendo al argumento inicial, dijo que este tipo de soluciones parciales, que normalmente son muy bienintencionadas, pueden hipertrofiar el modelo, haciéndolo estallar y separándolo de la finalidad inicialmente planteada, que, recordó, “consiste en que las personas vivan mejor, en un entorno saludable, tranquilo y dinámico”.

En relación a este asunto, citó el ejemplo de Pontevedra, que redujo drásticamente la circulación de coches en el entorno urbano, “en toda la ciudad, no sólo en una parte”, consiguiendo mejorar la calidad de vida del conjunto, reduciendo las emisiones de gases nocivos de manera muy significativa, y con un modelo que en nada se parece a las ZBE que se barajan en la actualidad.

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