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La intervención del periodista de La Voz de Galicia José Manuel Pan en el Congreso de Carballo


Lo más difícil fue empezar. Es una frase que le escuche al alcalde de Pontevedra y presidente de Ciudades que Caminan, Miguel Fernández Lores. Y creo que esa expresión define a la perfección lo que significa una organización como esta.

¡Lo que le ha costado a Pontevedra y a su alcalde! Lo que les habrá costado llegar a convertir su ciudad en una de las más apreciadas en todo el mundo por su amabilidad con el peatón, con la gente, con el ciudadano. Lo que les habrá costado llegar al nivel de ahora.

Recuerdo hace muchos años una visita del actual director general de Tráfico, Pere Navarro, a Pontevedra. Hablaba de reducir el número de muertos en accidentes, de reducir la velocidad, de las calles 30, de cosas que parecían imposibles, y que en Pontevedra ya se habían puesto en marcha. Hablamos de momentos en los que sólo en Galicia se producían 300 muertos al año en accidentes de tráfico.

Pero llegaba a Pontevedra. Quería comprobar por qué allí las cosas empezaban a ser distintas. Con problemas, con oposición, con lombos (pasos peatonales elevados) muy criticados: “que si estropean los coches, que si matan a los enfermos que van en las ambulancias…”.

Los matan los coches

No señores, no los matan los pasos elevados, los matan los coches. Esa potente industria que se revuelve en los concesionarios cada vez que escucha las palabras peatonal, bajas emisiones, zonas 30…

Con el coche vamos al bar, a por el pan, al banco, a la farmacia… Es un momento, señor agente…, habréis oído muchas veces los policías. Un momento sí, pero ese momento para tu coche se lo has robado al peatón. Esa parada en doble fila le ha robado espacio al que camina.

Y surgen las preguntas del coche, como si hablara. ¿Cómo bajo la compra delante del portal si ahora hay un espacio peatonal en mi calle? ¿Cómo no puedo pasar con el coche a mi calle de siempre? ¿Cómo voy a ir caminando desde el aparcamiento subterráneo?

No hay marcha atrás

Hemos oído miles de veces esas preguntas. Las habréis oído en vuestros ayuntamientos, en vuestras ciudades. Y para todas esas preguntas solo hay una respuesta: “No hay marcha atrás, ya nada será como antes”. El que no se sume a las ciudades que caminan, a las carreteras que perdonan, a las calles amables, pacíficas, se quedará atrás.

El que no se sume a la convivencia social, a la del coche inofensivo con el peatón, con la bicicleta, con el patinete, tiene muy poco que hacer a partir de ahora. Porque es el momento de las ciudades. Y para no sumarse al cambio no sirve la excusa de “que no todas las ciudades son como Pontevedra”.

En mayo, la DGT impulsó el gran cambio, el de limitar a 30 la velocidad máxima en las calles de un solo carril, que son la mayoría en nuestras ciudades.

Pero no es solo el límite, es el concepto de una nueva ciudad, de una nueva calle. Es el comienzo de una nueva forma de vida. La norma que se aplicó en mayo es el inicio de la gran transformación. No es el límite de 30, ni de 20, ni de 10. Es la vida que viene. Es mucho más que una señal.

¿Hacer la calle peatonal o hacerla para los peatones?

Porque de poco vale que pongamos un límite si no ayudamos a convencer al ciudadano. Hace años, en Sada, donde vivo, el entonces alcalde decidió que iba a hacer peatonal la calle más céntrica y comercial del pueblo. Pero no se atrevía. Era mucha la oposición de vecinos y comerciantes. Que si los garajes, que si ya no pueden parar delante de la tienda… ¿Y qué hizo? Durante una semana puso una valla en la entrada de la calle. Para probar. Duró dos días la prueba, y la valla.

Es que el camino no es solo la valla, ni la señal. Hay que convencer al ciudadano, ofrecerle alternativas, darle algo mejor de lo que le ofrece el coche. ¿Cómo se lo vendemos? No se le vende haciendo la calle peatonal, se le vende haciendo la calle para los peatones. Esa es la gran diferencia. Se trata de hacer una calle más humana, que la calle sea el salón de la casa.

Decía Jaime Lerner, arquitecto brasileño recientemente fallecido y uno de los grandes referentes en favor de las ciudades amables, que la vida de barrio salvará a las ciudades. Y para eso tiene que estar cerca la frutería, el supermercado, el comercio, el colegio… Y también los museos, el teatro y el cine.

Recuperar nuestro pasado y nuestro futuro

Que se pueda ir caminando a todos los sitios. Esa es la vida de barrio. Si recuperamos eso, recuperamos la ciudad para nosotros, para los que vivimos en ella. Es como recuperar nuestra identidad, nuestro pasado, pero también nuestro futuro.

No hay marcha atrás para que nuestras ciudades sean más amables, para que sean de las personas. El ejemplo de que no hay marcha atrás lo tenemos aquí, en este congreso de Carballo. Vosotros (alcaldes, concejales, urbanistas) sois el ejemplo y la esperanza de que hay futuro más allá del coche.

No demonicemos el coche

No se puede demonizar el coche. Para nada. Es el gran instrumento que nos da un extraordinario servicio en una gran parte del tiempo que ocupa nuestra vida diaria. Pero no puede ser el rey de las ciudades. Y lo era, aún lo es en muchos sitios. Lo era cuando las ciudades giraban en torno al coche, cuando se diseñaban pensando en los aparcamientos, en los espacios para dejar el vehículo un momentito… Eso ya no puede ser. El coche (lo decía Lerner) es el cigarrillo del futuro. Es dañino en las nuevas ciudades, y como tal, irá desapareciendo de los centros urbanos.

Hay muchos motivos para dejar el coche fuera de la ciudad: la contaminación, los atascos, la pérdida de tiempo, el consumo de combustible, el ruido… Pero hay un motivo más importante: que con menos coches la calle es más segura, más pacífica. No hay atropellos. Y si los hay, son de consecuencias mínimas. Solo eso debería bastar para convencer a los más reticentes al cambio.

La DGT recupera su relato de la ciudad

Quiero volver a la importancia del impulso de la DGT con la limitación de la velocidad a 30. Eso ha dado un soporte legal y social a los Ayuntamientos para poder iniciar la transformación de sus calles. Hace tiempo que la Dirección General de Tráfico tenía la ciudad como asignatura pendiente. En el 2019 murieron 519 personas en accidentes en las ciudades (los usuarios vulnerables supusieron el 82% de las personas fallecidas, repartidos del siguiente modo: 247 peatones, 32 ciclistas, y 148 motoristas, incluidos ciclomotores. en todos los casos, se produjeron aumentos en el 2019 respecto al 2018).
247 peatones muertos. ¿Es o no es una asignatura pendiente la ciudad? Claro que lo es. Porque las políticas de la DGT en las carreteras han logrado reducir la accidentalidad y el número de víctimas. Pero en las ciudades no ha sido así. 519 muertos, y 247 eran peatones.

Es una tragedia morir en un accidente de tráfico, pero es más tragedia si mueres en tu calle, delante de tu portal, si mueres en donde deberías estar más seguro. Me recordaba Ana Montalbán hace unos días una frase que resume una de las grandes ideas de este congreso: la mejora de la seguridad vial en los espacios habitados planteada desde el enfoque de las personas. Y me proponía reforzar la idea de que una persona que está en la calle tiene derecho a despistarse sin que ese despiste le cueste la vida.

Cambiar de enfoque

Y para eso hay que cambiar el enfoque de las ciudades. Ahí jugáis el gran papel. Los alcaldes, los concejales, los técnicos municipales. Sois la clave para poder vender esas ciudades amables, ofreciendo seguridad con un tráfico más calmado y diseñando espacios para el ciudadano. Un paso de peatones elevado no es solo un obstáculo para el coche. No es solo eso. Un paso elevado otorga protagonismo al peatón y se lo resta al coche. Del mismo modo que lo hace una isleta pintada en el asfalto, un estrechamiento del carril o un aumento de la acera. En esos espacios los conductores nos vemos como invasores. Hay un ejemplo bueno en Mera, en el municipio de Oleiros. El tramo que discurre frente a la playa tiene un pavimento diferente, más rugoso y pintado completamente de rojo. En ese espacio, el dueño es el peatón.
Hay más ejemplos, como los obstáculos diseñados para zonas rectas de urbanizaciones y evitar así los excesos de velocidad.

Pero hay que buscar el equilibrio. Para que los patinetes eléctricos no lo invadan todo o para que no te mate una bicicleta cuando caminas por la acera. O para que las terrazas de hostelería no ocupen ese espacio que habíamos diseñado para el peatón. Y aprovechar la tecnología para que los pasos de peatones sean espacios protegidos, como los que se iluminan cuando alguien va a cruzar.

Y termino con unas ideas fuerza:
que las ciudades dejen de ser invisibles,
que las calles sean el salón de nuestra casa,
que recuperemos el barrio,
que hagamos ciudades que caminan

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