De la ciudad del lujo a una ciudad de lujo

La incertidumbre de un escenario que cambia con escenarios políticos que no lo hacen 

“El futuro de Marbella es incierto, es un escenario que desconocemos, cuyos componentes pueden ser más o menos manipulables, pero cuya combinación es absolutamente impredecible y el relato de la ciudad es tan importante como la credibilidad de quien lo cuenta”

Por José Luis Cañavate. Urbanista

Vivimos una realidad urbana incierta que acaba induciendo una de las peores de las emociones del humano poscovid, una ansiedad latente que nos termina convirtiendo en observadores pasivos y comienza a paralizarnos un poco, incluso nos hace huir de situaciones y lugares: ya no salgo de marcha caminando porque anoche había muchos borrachos. Este miedo puede incluso hacernos algo agresivos en la forma de leer la ciudad, es el efecto cuando nos sacan de lo conocido, de la política facilona, de la economía simple o, sin más, de la forma de percibir la ciudad, y Marbella no es una excepción, incluso tal vez se esté convirtiendo en un ejemplo. 

Hoy necesitamos historias tranquilizadoras, aunque sean falsas, pero con final feliz, ya aportaremos nosotros la credibilidad. Pero el problema es que el desarrollo de una ciudad como Marbella lleva consigo cambios, incluso en periodos cortos y esos cambios hoy nos intranquilizan mucho, por tanto la principal responsabilidad de la institución es aportar certeza al dibujar la ciudad hacia la que caminamos. 

Un buen urbanismo en la capital de la costa del sol debe incorporar tres objetivos, la capacidad de ver lo que no existe, hacérselo ver a otros y saber dibujar el camino a recorrer. Necesitamos saber crear historias, relatarlas y aprender a escribirlas juntos. 

Marbella, como paradigma de las ciudades del lujo, nos ha mostrado en un par de décadas que los ingredientes cambian mucho y rápido, la tendencia del turismo, la inestabilidad política o la visualización de las mafias en las noticias pueden arruinar al instante muchas hipótesis. 

Esta fragilidad, de la que Marbella es líder indiscutible, se convierte un componente obligado del relato que continuamos esperando y, es muy probable que la diferencia entre ser la ciudad del lujo o una ciudad de lujo defina ese matiz que nos puede hacer vecinos felices… o no. Lujo y felicidad no van juntas nunca, en el top de las ciudades más lujosas del mundo no está ninguna de las ciudades más felices y eso nos lleva a cuestionar la relación entre lujo mal entendido y felicidad. 

El urbanismo tendencial, el del lujo que hoy nos venden, está acabado, no es atractivo y no aporta esa felicidad urbana, porque aún interpretamos la ciudad asociada a las cosas que contiene, a sus artefactos y olvidamos que las características lujosas de un medio urbano son sus espacios universales y solidarios y una movilidad compatible con ellos. 

Lujo, con mayúsculas es, según la RAE “abundancia de cosas no necesarias”, lo que inevitablemente nos lleva a la percepción del vecino sobre lo necesario, la ciudad es colectiva y la percepción de una ciudad de lujo debe ser social si somos capaces de aceptarlo, lo que nos puede llevar a contradicciones semánticas en la construcción de un plan urbano en Marbella y, por extensión, en cualquier ciudad de la Costa del Sol.

Otro indicador curioso del urbanismo del lujo es la exclusividad y una ciudad excluyente es inaceptable, pero el concepto de lujo es tan cambiante como la percepción de nuestra mente; desde que nos bajamos de los árboles hasta hoy, hemos construido un excelente catálogo del lujo asociado a lo sensual, a lo estúpido, a lo artístico, incluso a las más depravadas tendencias de este consumo poscovid. 

Los ritmos son otros y una ciudad de lujo es tan cambiante como esa inestable relación entre lo necesario y lo superfluo, lo necesario se cambia a voluntad y lo exclusivo no tiene por qué ser excluyente como nos enseñó Steve Jobs, el IPhone es exclusivo, pero todos deben tener uno, y con esto llegamos a la última característica del lujo, el placer, lo sensual, la felicidad, la emoción positiva que podríamos asociar a una ciudad de lujo y sus espacios libres, usos y equipamientos. 

Cada momento de nuestra historia reciente ha dibujado un patrón diferente en la percepción del lujo y ha marcado las tendencias para la próxima temporada, el siglo veinte finalizó incorporando la asociación entre exclusividad y universalidad, el consumo lo puede todo, cualquiera puede acceder a un viaje de lujo y disponer de una televisión laser de 120” en su casa, pero la ciudad continua sin aportes propios, ni siquiera en los relatos políticos, nuestros lideres no consiguen entusiasmar más allá de una triste incertidumbre, así que nos toca pasar a la siguiente etapa, la de la felicidad urbana desde abajo, desde los barrios y vecindarios. El relato de las ciudades de lujo del siglo XXI está sin escribir, y Marbella, puede tener muchas papeletas para ser protagonista y parece que la historia se construirá en las calles nuevamente. 

El siguiente paso como sociedad organizada que somos es la incorporación de la felicidad urbana como nuevo capítulos de los pegous, necesitamos las emociones inducidas directamente desde la ciudad “per se”, ya no basta con una zona de excelentes comercios, ni con restaurantes de última generación, ni museos de lujo, porque los espacios intermedios y el transporte deben ser también de excelencia, la conexión entre ellos debería ser lujosa, estamos hablando de ciudades completas, las otras ya no sirven, son solo partes de algo que está por dibujar, este siglo tiene como reto culminar este proceso y estamos cerca, por lo menos a nivel teórico. 

La percepción placentera de la ciudad, de toda la ciudad, debe incorporar una ecuación que hasta hoy hemos omitido, teníamos demasiada prisa en poseer cosas , en gastar los New Generation y estamos comprometiendo una factura que deberemos pagar. El tiempo y el espacio, la ciudad de estos primeros veinte años de este siglo ha consumido tanto que el déficit es inquietante, necesitamos recuperarlo, pues las emociones positivas de la ciudad solo se apoyan en esta delicada combinación de factores. 

El futuro de una ciudad de lujo hoy es recuperar esa cadena de la ciudad feliz, incorporando una visión incluyente, asociada a la satisfacción de las necesidades mínimas, el reto es ofrecer al vecino un espacio urbano de calidad, capaz de conseguir que residentes y visitantes, perciban este hábitat como algo completo, donde vivienda, trabajo, compras y placer se relacionen con unos sistemas de movilidad que no consuman nuestro tiempo, y que nos permitan interactuar con un sistema de espacios públicos sociales y capaces de generar una cultura urbana que a su vez pueda producir los líderes que nos merecemos. 

La ciudad de lujo debe existir independiente de los cambios en sus contenidos, solo así podremos ofertar seguridad a todos, visitantes y residentes, habitantes y empresarios, trabajadores y turistas. 

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