Lo inteligente es caminar

Pau Avellaneda


La decisión de mezclar los conceptos “tecnología” e “inteligencia” no es en absoluto casual o ingenua

Smart or not smart. Eso escribiría el clásico ante la moda de la llamada Ciudad Inteligente, esa definición a medio camino entre el márketing y la técnica que algunos le dan a la tecnificación absoluta del medio urbano.

Gran parte de los problemas que presenta la ciudad o incluso la vida pueden ser resueltos a través de soluciones tecnológicas. Eso es lo que piensan las personas tecnocéntricas, una forma de pensamiento en la que se basa la Smart City o Smart Mobility.

Esta decisión de mezclar los conceptos “tecnología” e “inteligencia” no es en absoluto casual o ingenua. Cada uno de los términos se contagia de los atributos del otro, aportando a la palabra “tecnología” las connotaciones indiscutiblemente positivas del término “inteligencia”. Pero sabemos que la tecnología no tiene que ser necesariamente positiva, por lo que casar ambas palabras implica en el fondo una acción de venta: aportar valor a un producto comercial.

“Las ciudades inteligentes son las que caminan”, leí algún día en una publicación local. Una frase absolutamente adecuada para lo que deseo expresar y que utilizo con frecuencia en mis clases, artículos y conferencias. Además, hace unos días leí una frase estupenda, aparentemente paradógica pero llena de sentido común: “Las ciudades no deberían promover el uso de coches sin conductor, sinó conductores sin coches”. Son dos formas distintas de ver los asuntos relacionados con la movilidad que proponen las llamadas “smart city” o la “smart mobility”.

Necesitamos acelerar la descarbonización de las ciudades con cierta urgencia y ello nos exige reorganizar la movilidad con nuevos límites ambientales sobre otros impactos que el actual modelo provoca en los espacios urbanos y metropolitanos y sobre la salud humana.

El cambio climático y el declive de los recursos fósiles nos obligan a esta transición hacia escenarios difíciles de imaginar, pero ante los cuales tenemos que activarnos, creando las condiciones que nos permitan acercarnos a transformaciones importantes en los campos ambiental y social, para lo que tenemos que disponer métodos, medios y medidas para llevarlas a cabo.

La movilidad conforma una realidad muy compleja que no debe dejarse únicamente en manos de la tecnología

La ciencia ha cuantificado sobradamente los costes de la dependencia del automóvil. Agentes y actores sociales están pasando de ser simplemente elementos resistentes a realizar acciones de propuesta. La sociedad civil está autoorganizándose para actuar con medidas en el marco de la movilidad sostenible y activa, y la economía solidaria y circular.

Muchas administraciones locales emprenden acciones en favor de modos más sostenibles en las áreas centrales más congestionadas, y adoptan medidas de movilidad cotidiana que favorecen los modos no motorizados.

La tecnología puede ayudarnos en ese camino transformador, pero la movilidad conforma una realidad muy compleja que no debe dejarse únicamente en manos de la tecnología. La inteligencia real, la inteligencia necesaria, es la que nos mueve a reconocer los verdaderos problemas y su raíz, ofreciendo soluciones universales, lo más sencillas posibles, no escalando una pirámide tecnológica como método y como recurso a modo de solución universal.

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